Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

Esos locos de negro | Fútbol | Deportes

Míchel, magnífico entrenador del magnífico Girona, dijo que la sufrida clasificación en Copa en el campo de San Roque de Lepe había sido una gran tarde de fútbol, ​​de ese otro fútbol tan cierto como el de los grandes titulares, de ese fútbol de césped artificial , horas de la tarde, luces con tonos amarillentos y grandes sombras, gradas artificiales y vestuarios sencillos y recién pintados.

Y creo tanto en Míchel que siento que habría dicho lo mismo, o parecido, si Savinho no hubiera marcado un golazo en el minuto 98 y la suerte de la eliminatoria hubiera sido otra.

Aunque a quien me hubiera gustado escuchar después del partido fue a Hernández Maeso, árbitro del partido, y su equipo arbitral en esa vuelta al otro fútbol, ​​ese en el que el liniero tiene la última palabra, sin pantallas ni líneas artificiales. , en aquel donde el árbitro tiene todo el poder de decisión y donde no hay repeticiones en las pantallas del estadio simplemente porque no existen, ni la sala VOR y quienes producen las imágenes televisivas tienen muchos problemas encontrar el mejor, probablemente el único, lugar. dónde colocar las cámaras y hacer una retransmisión digna.

Sí, qué queréis que os diga, me hubiera gustado colarme en el coche en el que los imagino regresando a sus casas y poder saber cómo se habían sentido en aquellos campos en los que empezaron su carrera, esos que lo sabían cuando eran más jóvenes, Hernández Maeso es un chaval de 35 años, y venía a esos vestuarios sin tantas medidas de seguridad y en esos partidos en los que, imagino, la ausencia de público en las gradas les permitía Incluso localizar a ese pequeño grupo de alborotadores que se creen tan divertidos. .

Supongo, nunca he actuado como árbitro para saber por mí mismo, que lo ocurrido ayer fue un retorno a la condición humana del árbitro, a aquella que se entiende como falible y en la que este concepto de interpretación arbitral adquiere todo su significado auténtico. en estos tiempos en los que parece que los árbitros son biónicos y ni interpretan ni sienten ni sufren.

No sé si alguna vez os he dicho que me gusta mucho el rugby, aunque entiendo poco o nada del juego y es un deporte que me gusta ver porque aporta elementos que solemos encontrar luego en el fútbol, ​​incluido el vídeo. arbitraje, análisis de datos y esos entrenadores encaramados en las gradas y perfectamente intercomunicados con sus asistentes en el banquillo.

Admito que en rugby voy con Francia, supongo que por motivos de familia, de cercanía y porque me gustaba el rugby champagne y también admito que su eliminación en cuartos de final contra Sudáfrica fue, al mismo tiempo, dolorosa y un enorme partido que ganaron los sudafricanos por 29 a 28. Creo que ya sabéis que en el rugby no sólo existe el videoarbitraje, sino que se pueden escuchar las conversaciones en la sala de vídeo con el árbitro y él explica sus decisiones con ese micrófono que tiene. tiene sobre él. Al final del partido hubo algunas declaraciones acaloradas que sugirieron que el arbitraje del neozelandés O’Keeffe podría haber inclinado el resultado para el equipo sudafricano y que el videoarbitraje no había sido tan bueno como los aficionados franceses hubieran deseado. Todo ello acabó en la sala de prensa con las declaraciones del técnico francés Fabien Galthié reconociendo la victoria de los sudafricanos y proponiéndose mejorar lo que había fallado en el choque de gigantes.

Al final, O’Keeffe pitó la semifinal Sudáfrica-Inglaterra (victoria sudafricana 16-15), imagínense eso en el Mundial. Sudáfrica se hizo con el título, superando a Nueva Zelanda por 12-11 en la final y que acabó con sudafricanos y neozelandeses abrazados y con el jugador neozelandés Sam Whitelock, con la medalla de plata colgada al cuello, esa que tanto duele en fútbol, ​​entregando a sus hijas al jugador sudafricano, Damián de Allende, éste con su medalla de ganador, acompañado de su hijo.

Conclusión: sí, seguramente el fútbol no es lo que es, sino cómo lo hacemos ser.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Xo regístrate aquí para recibir nuestro boletín semanal.

Suscríbete para seguir leyendo

Leer sin límites

_

By Alice Escalante Quesada